¿Las emociones son buenas o malas?
- Marta Madina
- 1 feb 2024
- 2 Min. de lectura

Si tenemos en cuenta que cada ser humano tiene entre 60.000 y 70.000 pensamientos al día, y que cada pensamiento va asociado a una emoción, podemos afirmar que somos seres emocionales.
Con frecuencia escuchamos hablar de emociones buenas, como la alegría, la ternura o la compasión; y emociones malas como la rabia, la culpa o la tristeza. Pero lo cierto es que las emociones no son ni buenas ni malas, en realidad son necesarias, puesto que es la mejor respuesta que nuestro cuerpo nos da frente a una situación.

Toda emoción es energía, y como tal, conlleva una frecuencia, y la frecuencia contiene información. En la medida que nos permitamos vivir o transitar esa emoción, permitiremos que esa energía en movimiento atraviese nuestro cuerpo dejándonos la información implícita que conllevaba su frecuencia.
Podemos asegurar por lo tanto que las emociones son vibracionales, las sentimos en el cuerpo, generan estados de ánimo y condicionan la manera como percibimos la información y cómo la comunicamos.
Por lo general, las emociones que vivimos como desagradables, sean el miedo, la rabia, o la tristeza, tendemos a ignorarlas, reprimirlas o neutralizarlas para evitar sentirlas, y cuando lo hacemos, no permitimos que esa energía en movimiento se exprese, y por lo tanto la información implícita tampoco nos llega. Sin embargo, todas las emociones son necesarias, nos aportan un beneficio y, además, nos conceden la oportunidad de crecer siempre que las vivamos de manera consciente.
Pongamos como ejemplo la tristeza: uno siente tristeza cuando cree que algo malo sucedió o sucederá. Cuando se ha perdido algo deseado o querido. Y podemos preguntarnos: ¿para qué me sirve la tristeza? Me sirve porque propicia el duelo, nos permite reconocer una pérdida y hacer el luto. Además, podemos aprender de los errores cometidos y evitarlos en el futuro. Por tanto, en el momento en que vivimos la tristeza, la sentimos y la expresamos, estaremos asumiendo la pérdida, y al hacerlo recuperaremos la sensación de paz interior, lo que nos permitirá prepararnos para enfrentar el futuro con confianza.
Por el contrario, si nos negamos la tristeza nos veremos incapaces de hacer el duelo, lo que significa que reprimiremos también el amor que sentíamos hacia lo que perdimos. Si no somos capaces de sentir nuestra tristeza tampoco podremos identificarnos con la tristeza de los demás, por lo que surgirán conflictos en nuestras relaciones. El dolor se convertirá en sufrimiento sin posibilidad de romper ese círculo vicioso de vivir anclados en el pasado aferrados a lo que ocurrió.
Y, por último, vivir, sentir y transitar esa tristeza desde un estado consciente nos puede dar la oportunidad de encontrar el amor esencial del ser, superando el apego transitorio a ciertos objetos, y seremos capaces de comprender y acercarnos desde el amor a la tristeza de otras personas.
Comments